La manera en cómo ciertas personas se expresan ante ti puede influenciar en tu estado de ánimo, especialmente si recibes comentarios hirientes que pueden hacerte sentir muy mal, tanto que puede adentrarte en un bajo estado de ánimo del cual te costará salir. En esos casos, la oración puede convertirse en tu mejor aliado, ya que, aunque no lo creas, esta es una forma de comunicarse con Dios y, con ello, aliviar todas tus penas.
Nunca está demás tomarse un momento y dialogar con el Todopoderoso, ante quien podrás acudir en búsqueda de iluminación y respuestas, todo lo que necesitas para salir adelante tras ese doloroso momento en tu vida.
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Esto es inevitable, en algún punto enfrentarás este tipo de retos tarde o temprano y la clave está en qué tan preparado estarás para afrontar esos comentarios o acciones hirientes, situaciones en las que siempre te sentirás reconfortado a través de la oración.
Para ello, te vamos a dejar unos párrafos que debes tener a mano en esos momentos sensibles, en los que podrás encontrar por medio de estas palabras una especie de refugio, el cual te llenará de esperanza para sacudir todo lo malo y salir adelante y lo más importante, el corazón de esa persona pueda sanar de tanto odio hacia ti.
Con esto en mente, recuerda siempre tener a Dios de tu lado, ya que no te abandonará pues mientras más te hieren, más te mostrará ese apoyo y respaldo. Solo debes darle una oportunidad y esta es la forma correcta para que ese ser se transforme en una mejor persona.
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Oración para sanar el corazón de quién te hiere
Según expresa el portal “show.com.es”, esta es la oración que debes leer con mucha atención y dedicación, para que de esa forma tu deseo sea escuchado en esos momentos de sensibilidad.
Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús.
Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu comprendemos que él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Hoy, Padre, quiero presentarte a este hijo(a). Tú lo(a) conoces por su nombre. Te lo(a) presento, Señor, para que Tú pongas tus ojos de Padre amoroso en su vida.
Tú conoces su corazón y conoces las heridas de su historia.
Tú conoces todo lo que él ha querido hacer y no ha hecho.
Conoces también lo que hizo o le hicieron lastimándolo.
Tú conoces sus limitaciones, errores y su pecado.
Conoces los traumas y complejos de su vida.
Hoy, Padre, te pedimos que por el amor que le tienes a tu Hijo, Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu sobre este hermano(a) para que el calor de tu amor sanador penetre en lo más íntimo de su corazón.
Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sana a este hermano, Padre.
Entra en ese corazón, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en este corazón y dale tu paz. Llénalo de amor.
Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por su vida y sana su corazón.
Sabemos, Señor, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estamos pidiendo con María, nuestra madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.
Cambia su corazón y dale un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dale un corazón nuevo.
Haz brotar, Señor, en este hermano(a) los frutos de tu presencia. Dale el fruto de tu Espíritu que es el amor, la paz y la alegría. Haz que venga sobre él el Espíritu de las bienaventuranzas, para que él pueda saborear y buscar a Dios cada día viviendo sin complejos ni traumas junto a su esposo(a), junto a su familia, junto a sus hermanos.
Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en su vida.
Te damos gracias de todo corazón porque Tú nos sanas, porque tu nos liberas, porque Tú rompes las cadenas y nos das la libertad.
Gracias, Señor, porque somos templos de tu Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios. Te damos gracias, Señor, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en nuestros corazones.
¡Qué grande eres Señor!
Bendito y alabado seas, Señor. Amén.