Mario Moreno "Cantinflas", el mimo que conquistó al mundo con su labia inigualable y su corazón de oro, dejó una huella imborrable en el cine y en la cultura popular mexicana. Pero más allá de los escenarios y las cámaras, el legendario actor también cultivó un gusto exquisito por la vida y los espacios que habitaba. Su casa de Acapulco, un refugio de paz y esparcimiento, es un testimonio de su personalidad entrañable y de un estilo que, a pesar del paso del tiempo, sigue irradiando elegancia y calidez.
Aunque ha transcurrido tiempo desde que el "Mimo de México" disfrutara de sus días de descanso en este paraíso costero, la esencia de su impecable decoración se mantiene viva. Fotografías y relatos de quienes tuvieron la oportunidad de conocerla revelan un ambiente que combinaba la sofisticación discreta con toques de la alegría y el espíritu festivo que caracterizaban a Cantinflas.
La decoración de su casa acapulqueña se distinguía por una paleta de colores suaves y luminosos, predominando los tonos blancos, beige y arena, que evocaban la serenidad del mar y la luz del sol. Estos colores neutros servían de lienzo para toques de color vibrante presentes en detalles como cojines, obras de arte y elementos decorativos, reflejando la chispa y el humor que siempre acompañaron al actor.
Los materiales naturales jugaban un papel fundamental en la estética del hogar. Muebles de madera clara, detalles en mimbre y ratán, y textiles de lino y algodón creaban una atmósfera fresca y relajada, perfectamente en sintonía con el entorno tropical de Acapulco. Grandes ventanales y puertas corredizas permitían la entrada abundante de luz natural y ofrecían vistas panorámicas del océano Pacífico, integrando el paisaje exterior con el interior de la vivienda.
El gusto de Cantinflas por el arte y la cultura mexicana se manifestaba en la cuidadosa selección de piezas que adornaban los espacios. Pinturas de artistas nacionales, esculturas de barro y objetos de artesanía local aportaban un toque auténtico y personal a la decoración, celebrando la riqueza cultural del país que tanto amó.
Los espacios sociales, como la sala de estar y el comedor, estaban diseñados para la convivencia y el disfrute. Amplios sofás y sillones invitaban a la relajación y a las tertulias amenas, mientras que una mesa de comedor generosa anticipaba reuniones familiares y con amigos, momentos que seguramente llenaron de alegría este hogar.