Para quienes quieren un balcón lleno de plantas vistosas, el durillo (Viburnum tinus) es la elección ideal. Este arbusto perenne es resistente y adaptable, capaz de prosperar tanto en climas cálidos como en los más fríos.
Uno de los aspectos más destacables es su capacidad de florecer en un momento del año en el que pocas plantas lo hacen. Sus racimos de pequeñas flores blancas o rosadas comienzan a aparecer a finales del invierno y se mantienen hasta bien entrada la primavera.
Durante el final del verano y el otoño, el durillo produce bayas brillantes de color azul. Aunque no son comestibles para las personas, sí representan una fuente de alimento para diversas aves.
Su popularidad se debe a la capacidad para adaptarse a temperaturas adversas. En invierno, puede soportar heladas de hasta -10 °C y, en verano, se mantiene fuerte en condiciones de calor, siempre que reciba algo de sombra.
Pese a que es una planta de bajo mantenimiento, hay algunos consejos útiles para asegurar su crecimiento óptimo. El durillo necesita agua de manera regular pero no en exceso. En invierno, es suficiente regarlo cada 10-12 días, mientras que en verano, un riego semanal o quincenal será adecuado. Es fundamental usar un sustrato bien drenado para evitar encharcamientos.
Aunque se adapta a distintas condiciones de luz, lo ideal es que reciba sol durante parte del día, preferiblemente en una ubicación orientada al este u oeste. Durante las temporadas más calurosas del verano, conviene protegerlo del sol directo.
Una poda ligera después de la floración no solo mantiene la forma del arbusto, sino que también promueve una nueva floración en la temporada siguiente. Además, es aconsejable eliminar ramas secas o dañadas para mantenerlo saludable.
Un poco de abono orgánico en la primavera le dará los nutrientes necesarios para potenciar su floración. Una aplicación mensual durante la primavera y el verano es suficiente para mantenerlo nutrido.