La sal es conocida por su papel indispensable en la cocina. Sin embargo, esconde una propiedad que puede sorprender a los amantes de la jardinería: su capacidad como fertilizante. Aunque pueda parecer inusual, este mineral tiene propiedades que pueden transformar el cuidado de tus plantas.
En el jardín, la sal se utiliza de manera controlada para aprovechar sus beneficios sin dañar el suelo. Cuando se emplea en pequeñas dosis, ayuda a las plantas a absorber mejor los nutrientes, refuerza sus tejidos y mejora su defensa contra enfermedades y plagas.
Esto se debe a que la sal proporciona sodio y cloruro, dos elementos que, aunque en menor cantidad que otros como el potasio o el nitrógeno, son esenciales para el desarrollo saludable de las plantas.
El sodio resulta particularmente útil en suelos con bajos niveles de potasio, ya que puede actuar en ciertas funciones vitales de las plantas y compensar la falta de este elemento.
Por su parte, el cloruro no solo contribuye al equilibrio osmótico de las células, permitiendo un manejo eficiente del agua, sino que también tiene propiedades antimicrobianas que protegen las raíces.
La sal puede convertirse en un aliado inesperado tanto en la cocina como en el jardín. Es importante recordar que debe usarse con precaución, ya que en exceso podría ser perjudicial. Cuando se aplica de forma correcta, los resultados pueden ser asombrosos.