Tanto algunas celebridades como las estrellas del deporte son algunos de los privilegiados que cuentan con un millonario patrimonio, sin embargo, no todo es color de rosas y uno de los deportistas que vivió una tormentosa experiencia es Miguel Layún.
El reconocido futbolista de 34 años, considerado uno de los que preside la lista de los salarios más abultados del Club América, quiso invertir su dinero y el resultado fue inesperado. ¿Qué pasó?
Al igual que otros colegas, Miguel Layún intentó ampliar su millonaria fortuna al buscar nuevos rumbos y tomó la decisión de realizar una inversión valuada en varios millones, sin embargo, solo se trató de un fraudulento negocio que terminó con la pérdida de más de MXN 1 millón de pesos, según Infobae.
Así lo recordó el propio Miguel Arturo Layún Prado, quien quiso contar su experiencia para evitar que otros caigan en la misma "trampa".
"Me enseñó una aplicación donde venía toda la parte financiera del negocio, cuánto ingresaba y egresaba, las utilidades que quedaban, lo que se pagaba de impuestos", manifestó en el podcast con Moris Dieck al indicar que fue un amigo suyo el que lo involucró en ese negocio cuando todavía era jugador de los Rayados de Monterrey.
Había una plataforma para administrar el restaurante
Emocionado con su incursión empresarial, específicamente en el rubro culinario, Layún reconoció que luego de sumarse al proyecto, llegó la pandemia y el restaurante quedó bajo supervisión y se enteró que su socio, quien lo insertó en la inversión, no era realmente el propietario del restaurante.
El teatro era que las acciones no eran de él. Él vendía la idea de que era de él, pero al final no era de él
Sin dar el nombre de la persona, Miguel Layún agregó: "Ya no quise investigar más, yo solo le hablé y le dije que resolviéramos el tema por la paz y listo", señaló el protagonista.
"Resolvimos el tema, terminé perdiendo una parte del dinero. Perdí más de un millón y medio de pesos", cerró el lateral al celebrar que pudo encontrar la manera de salvar parte del patrimonio de su familia, aunque el sabor amargo quedó para siempre.