Las orquídeas son una de las flores más cautivadoras. Sin embargo, su cuidado puede ser un desafío. Hay razones que debes conocer por las que tus plantas no crecen. Conoce cómo devolverles su esplendor.
Las orquídeas requieren luz indirecta y brillante. Una luz demasiado intensa puede quemar sus hojas, mientras que una insuficiente las vuelve pálidas y afecta su crecimiento.
Asimismo, las orquídeas son epífitas, lo que significa que obtienen nutrientes del aire y la humedad. Es crucial regarlas regularmente sin ahogar las raíces, ya que un exceso de agua puede provocar la pudrición, mientras que la falta de agua puede hacer que las hojas se marchiten y caigan.
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Además, necesitan un ambiente con alta humedad. Si el aire es demasiado seco, las hojas pueden secarse y caer. Las raíces son delicadas y pueden dañarse fácilmente. Raíces podridas, rotas o infestadas de plagas impiden el crecimiento adecuado de la planta.
Las orquídeas son susceptibles a hongos, bacterias y cochinillas, estas enfermedades y plagas pueden dañar la planta y afectar su desarrollo. Requieren fertilizante especial. Sin una fertilización adecuada, pueden crecer lentamente o detenerse por completo.
Una maceta demasiado pequeña o un sustrato inadecuado puede afectar su crecimiento. Trasplanta tu orquídea a una maceta más grande con un sustrato adecuado cada dos o tres años.
Para reavivar una orquídea, colócala en un lugar con luz indirecta brillante, como cerca de una ventana orientada al este o al oeste. Evita la luz solar directa. Riega por la mañana para que la planta pueda absorber el agua antes de la noche.
Mantén tu orquídea en un lugar con temperatura templada y evita las corrientes de aire frío o el calor excesivo. Coloca un humidificador cerca y agrupa las orquídeas entre sí para crear un microclima más húmedo.